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domingo, 23 de febrero de 2014



La triste diferencia entre encontrarse y despedirse. 

Mientras lo perdonaba, llena de odio, no hacia mas que comprobar que lo quería más que a mi propia piel, de sobra más de lo que él había sido capaz de quererme alguna vez.
Ese día también entendí las dos caras de una moneda, el heroísmo ante el dolor, la alegría a pesar del tormento, la ternura sin limite, el amor y el odio en una misma habitación.
Entendí que las noches se volverían imposibles, con o sin él. Y que por la tarde dolería menos, o al menos aprendería a fingirlo.
Trate de olvidar, o de resignarme a algo que esperaba, trate de respirar, de ignorar, de no ver, de callar, de fingir, y no se quedaron en más que eso, intentos fallidos que en noches de insomnio me dan batalla.
Tal vez algún día entienda que para que una herida se cierre hay que dejar de tocarla, el mismo día que él entenderá la ley de gravedad, entonces el tiempo se sentará a su lado y le explicara que la vida no lo puede esperar, que por quererlo todo, todo se va.